Estamos en el inicio de una nueva era, el despertar del consumidor consciente. Diferentes estudios internacionales confirman que hasta el 80% de los consumidores está dispuesto a cambiar de marca, si la empresa que lo produce es social y ambientalmente sostenible (Responsable, 2013); de hecho ya hay 40% de usuarios que decide su consumo en función de las buenas prácticas de una empresa (Forética,2015).
Por otra parte, las principales empresas del mundo coinciden en considerar el riesgo reputacional como uno de los principales riesgos estratégicos al que se enfrentan las organizaciones.
La Business School de Harvard (2015) ha evidenciado en un estudio que las empresas que no sólo buscan el beneficio económico sino que también se enfocan en la protección del medio ambiente y el cuidado de la sociedad son hasta dos veces más rentables.
La Responsabilidad Social Empresarial o Corporativa (RSE o RSC), dice la Comisión Europea, es “la responsabilidad de las empresas por sus impactos sobre la sociedad” (CE, Comunicación A Renewed Strategy 2011-2014 for Corporate Social Responsibility, 25 de octubre de 2011).
Según esta visión, cada empresa debe identificar sus impactos económicos, sociales y medioambientales a lo largo de toda la cadena de valor, lo que permite detectar ineficiencias, identificar oportunidades de mejora y eliminar lo que no aporta valor a la empresa. Es, al fin y al cabo, una forma de gestionar más eficientemente porque con este enfoque se ahorra, se innova, se retiene talento y en definitiva se mejora la competitividad.
La clave es eliminar lo que no aporta valor al negocio, para ser los mejores en toda la cadena, midiendo los avances.
La RSE en la internacionalización
En los mercados internacionales, la RSE ayuda a la diferenciación y al posicionamiento de marca. Especialmente las empresas deben incluir un plan de RSE si desean implantarse en países como Francia o Japón. En Francia la Ley obliga a que el menos el 20% de los productos de catering procedan de la agricultura ecológica y otro 20% de productos de temporada o con “débil impacto ambiental”.
En 2014, la UE anunció que serán excluidos de licitaciones operadores que hayan sido condenados por fraude, corrupción, blanqueo de capitales o por haber cometido infracciones en materia social y laboral como impago de impuestos, cotizaciones a la Seguridad Social, trabajo infantil y otras formas de trata de seres humanos. También serán excluidas de licitaciones, empresas en las que algún miembro del consejo de administración o representante haya sido condenado por estos asuntos. La normativa también se hace extensiva a las subcontrataciones. Por ello, las multinacionales están siendo cada vez más estrictas en la selección de proveedores.
En mercados internacionales tan competitivos ofrecer además productos y servicios que se distinguen por su compromiso ambiental, social y ético es una diferenciación, de acuerdo con las tendencias actuales de los consumidores.
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